La discriminación
laboral “consiste en toda distinción, exclusión o preferencia de trato, que es
ocurrida con motivo o con ocasión de una relación de trabajo, esta se basa en
un criterio de raza, color, sexo, religión, sindicación, opinión política o
cualquier otro que se considere irracional o injustificado, y que tenga por
efecto alterar o anular la igualdad de trato en el empleo y la ocupación”[1]
Hombres y mujeres no
hemos nacido iguales. Quizá es en el mercado laboral donde las diferencias son
más evidentes. La escolaridad media de hombres y mujeres mayores de 15 años en
Chile es casi idéntica, y esas diferencias no existen en la fracción de
estudiantes menores de 24 años. Sin embargo, la participación laboral femenina
es mucho más baja que la masculina: “42,3% de las mujeres participa versus el
70,7% de los hombres”[2].
Esta brecha existe en todos los países. Y aunque la intervención femenina se ha
elevado en los últimos censos, la tasa en Chile es más baja que en países de
desarrollo similar.
Las disparidades de
género en este mercado son heterogéneas. Las mujeres pobres tienen trabajos más
esporádicos e informales y un mayor desempleo. Las profesionales escogen
ocupaciones de menor remuneración. Su ingreso a la fuerza laboral es tardío y
no es extraño que la dejen después de la maternidad. Por último, hay
discriminación salarial en todo el espectro: a un mismo nivel de educación y
experiencia para la misma tarea, hombres y mujeres perciben distintos sueldos.
La disponibilidad de
cuidado para los hijos es crucial para las mujeres más pobres. Según la Casen,
el “13%
de las mujeres entre los 20 y 29 años del quintil de menores ingresos no busca
trabajo porque no tiene con quién dejar a sus niños. Sólo el 4,7% del mismo
segmento etario del quintil más rico tiene ese problema”[3].
VARIABLES QUE
EXPLICAN EL COMPORTAMIENTO FEMENINO EN
LA PARTICIPACIÓN LABORAL
·
Edad:
La mujer se
incorpora al mercado de trabajo en mayor cuantía entre los 16 -19 años y los
20-24. En el tramo 25-29 años, la tasa decrece, pero el descenso más brusco se
produce entre los 30-34 años, lo que refleja la incidencia de la variable
"estado civil". El matrimonio y el
nacimiento del primer hijo, son hechos que favorecen el abandono de la
actividad por parte de la mujer.
·
Estado Civil:
El papel de
la mujer como reproductora es considerado más importante que el papel como
productora en el mercado. Esto hace que la mujer cambie de papel y pase de
productora a reproductora al cambiar de estado civil. El perfil de la mujer no
soltera refleja un incremento en la participación hasta el tramo 45-49 años.
·
Nivel de Estudios:
La educación
aumenta la probabilidad de que la
mujer forme parte de la población activa.
Este mayor nivel, frena la salida de la misma de la actividad económica. Parece
claro que a medida que la mujer incrementa su nivel educativo, aumenta su
participación en el mercado laboral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario